Muchas hipótesis y conjeturas han estado dando vueltas desde la madrugada de este 19 de enero, cuando fue encontrado muerto en su departamento de Puerto Madero, Buenos Aires, el fiscal Alberto Nisman. Responsable por la causa del atentado contra la AMIA en 1994, Nisman en los últimos días presentó una acusación contra la Presidenta Cristina Fernandez y contra algunos allegados políticos y funcionarios del gobierno por encubrimiento a los responsables materiales iranies.
Nadie sabe, y siendo sensatos difícil es que se sepa, qué fue lo que pasó en el departamento de Azuzena Villaflor 450. Hay muchos imputados y muchos interesados en esta causa, desde lo que es el rédito económico, hasta la capitalización política del hecho.
Hay sectores de la derecha que se ven ampliamente beneficiados, pudiendo culpar al gobierno nacional por el hecho, y generando una brecha de inestabilidad. También hay grupúsculos de izquierda que sacan una interesante tajada bastante oportunista en lo que concierne a atrapar el ala más progresista que se ve decepcionado.
Sin embargo, también al gobierno nacional le puede servir, argumentado una operación de las diferentes corporaciones que actúan a las espaldas del gobierno y con poderes e influencias que exceden lo que el Estado puede manejar.
La realidad más allá de de ser k o anti k, es por un lado que este hecho es un gran retroceso en términos de la causa AMIA, dado que es un caso que este año va a cumplir 21 años y frente al cual parece que cada un paso al frente se dan dos pasos hacia atrás.
Por el otro lado, hay que entender que es un caso que está más allá de tratarse simplemente del gobierno y de la oposición. Es un caso en relación directa e íntima con las internas de la SI, la ex SIDE, agentes que estuvieron involucrados con la última dictadura cívico militar y parte del establishment político tanto estadounidense como iraní. Las cercanías de la mafia de empresarios nacionales amigos de los poderes de turno y las similitudes con casos como el de Lourdes di Natale -principal denunciante de la venta de armas ilegales a Croacia y Ecuador por parte del Gobierno de Menem y Emir Yoma entre 1991 y 1994 (para más información http://edant.clarin.com/diario/2003/03/04/p-01601.htm)- o de Rodolfo Echegoyen -ex director de la Aduana que investigaba las conexiones de varios brigadieres de la Fuerza Aérea y unas empresas de Ezeiza-, nos llevan a pensar que más que una inocente coincidencia de un suicidio por depresión, estamos frente al modus operandi que utilizan los servicios de información y redes de poder que operan detrás del marco institucional, y que son cubiertas por funcionarios estatales.
Como una reflexión final, me parece necesario aclarar que queda reflejado también el etnocentrismo de la sociedad argentina. Donde nos horrorizamos mucho más por la muerte de un fiscal, considerandolo un severo atentado contra las instituciones y contra la Democracia -que tanto le costó conseguir y construir a la República Argentina, lo cual es así-, que frente a la cotidiana ausencia del Estado durante la sistemática desaparición de chicos de barrios vulnerables por el gatillo fácil, de mujeres en el interior del país para la trata de personas o frente a las muertes igual de misteriosas de los indígenas.
Muchos conciudadanos, presentaron la queja frente a los hechos acontecidos por el atentado contra Charlie Hebdo, de que los franceses sufrían de etno y eurocentrismo por dolerles más las muertes de 12 periodistas que las grandes masacres que el Estado Francés -parte de la OTAN- ha estado llevando a cabo en nombre de la República en países del medio oriente. Sin embargo, esos mismos compañeros, a la hora de tocarles un caso así de locales, generan organización ciudadana y hacen marchas, junto con publicaciones masivas en medios de comunicación, al respecto de la extraña muerte de un fiscal pero no hacen nada, ni siquiera divulgan información, cuando se trata de asesinato a sangre fría de pobres, negrxs o indígenas.
Con esto no se está queriendo reducir la grave falta a nuestras instituciones y a nuestra democracia que significa la misteriosa muerte del fiscal Nisman. Tampoco se habla de que no haya que terminar con la corrupción intrínseca del sistema para que no se vuelva a repetir un caso así. Sino que, lo que se intenta es hacer foco en que el sistema está constante y sistemáticamente andando mal y que el Estado no llega a cubrir su deber de proteger a los ciudadanos y de poder garantizarles derechos ni a lo largo y ancho del País, ni respecto a las áreas que debe abarcar. Y que lamentablemente solo queda demostrado su mal funcionamiento y se pone en marcha la contrademocracia masiva con un hecho de estas características y ante el cual los medios hegemónicos, ya sean estos oficialistas y opositores, no pueden no omitir opinión.
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